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Cinco condiciones para que una narrativa política funcione ahora
Cuando le preguntaron a Andrés Seminario sobre la dinámica del debate presidencial del pasado 19 de enero respondió: “el debate esta diseñado para ser un conflicto de relaciones, un choque de personalidades y de emociones; y no una confrontación de ideas y argumentos.”
Como si el auctoritas de cada candidato dependiera del volumen de críticas o alabanzas de su relato.
Más entretenimiento y menos argumento.
Más estridencia y menos evidencia.
Más likes y menos ideas.
Esto implica que la narrativa política -y la oferta electoral- efectiva es más emocional y menos ideológica.
Más identitaria y menos doctrinaria.
Ahora bien, ¿cómo construir un relato político efectivo en un entorno polarizado, posfactual, populista?
Hay cinco condiciones para que una narrativa política funcione ahora: el relato debe ser (1) terminante, (2) verosímil, (3) cerrado, (4) expresivo y (5) popularizante.
Terminante.
El relato debe ser incondicional. Debe plantearse como una verdad.
Ese relato no se discute. Como no se discute el liderazgo del protagonista.
Verosimil.
El relato debe ser creíble. No importa si es verdad o es mentira. Debe ser probable, posible, parecer verdadero.
Más allá de la evidencia, el relato debe obedecer a una estética histriónica.
Cerrado.
El relato no puede permitirse interpretaciones.
Se acepta o no. Se adopta o no. Se comparte o no.
En este contexto, la tibieza o parcialidad (en el relato) es una forma de herejía. Porque el relato político efectivo se apoya en la acrofilia, la polarización (nosotros o los otros) y el sesgo de categorización social (in-group o out-group).
Acrofilia es la preferencia por lo extremo.
Expresivo.
El relato debe ser epidíctico. O bien elogia o bien censura, pero no tiene puntos medios.
El relato debe ser mas orientativo y menos instrumental. Porque se presume que existe una sólo instrucción: seguir el dictus del líder.
Popularizante.
El relato debe ser masivo.
Recapitulando: para que una narrativa política funcione debe ser (1) terminante, (2) verosímil, (3) cerrada, (4) expresiva y (5) popularizante. Porque cuanto más irresistible y emocional sea el relato, más personas querrán leerlo o verlo, propone Annalee Newitz en “Stories Are Weapons” (2024).
