RELATO · COMPORTAMIENTO HUMANO · NEUROCOMUNICACIÓN · COMPOL
Correa es como un funambulista en la floja cuerda entre el odio y el amor.
Diez segundos después de hacer clic en “postear”, su cuenta de X estalló como un mierdero.
No sería la primera vez (mucho menos, la última) que un posteo de Rafael Correa se convertía en excusa para el debate “correísmo/anticorreísmo”.
Esa polarización es resultado de sus sesgos de identidad social.
Usted tiene la tendencia a favorecer a su propio grupo y despreciar a los otros grupos.
Usted postea, repostea, se solidariza, con las personas y los actos y los comentarios dentro del grupo con el que se identifica.
Usted rechaza, agrede, estigmatiza, las personas y los actos y los comentarios fuera de su grupo.
Y como propone Ervin Goffman en “Stigma” (1963), Usted deshumaniza al estigmatizado. Lo considera inferior y peligroso.
Por ello, el “correismo” es peligroso para unos.
El “anticorreismo” es peligroso para otros.
Y un tercer grupo no le interesa la discusión “correísmo/anticorreísmo”.
¿Como justificar que, sin conocer en persona y sin conocer su historia individual, Usted califique a alguien como amenaza?
Más allá de su simpatía o antipatía hacia un individuo, se trata de su identidad social.
Porque -citando a Francis Fukuyama- sin un sentido de identidad colectiva la sociedad no podría funcionar.
Pero, ¿qué es esto de “correísmo”?
Es un relato.
Es una realidad intersubjetiva que existe en la mente de quienes comparten el mismo relato, diría Harari.
El “correísmo” se refiere a la construcción y representación de un sector de actores políticos.
La entidad del “correísmo” es una forma de dominación política, cultural y epistemológica adoptada por algunos políticos y sus fandoms.
Así, muchos entienden y se relacionan con la democracia en Ecuador.
Unos para bien. Otros para mal.
“Correísmo” es una etiqueta.
(como Lassista, Nebotista, Noboista, Velasquista, Troskista, Marxista, Peronista, Trumpista, Macronista).
Como otras etiquetas, a ratos sirve de insulto.
Y tiene el mismo problema que toda etiqueta. Se pega.
(Y despegarla deja rastro).
El concepto de “correísmo” sitúa el ejercicio político electoral en un encuadre binario miope de “correísmo/anticorreísmo” que aumenta la polarización social e incrementa las dinámicas de confrontación discursiva.
Samuel P. Huntington, en su libro “El Choque de Civilizaciones” (1996), argumentaba que los conflictos se definirían por choques culturales y no por ideologías o economías. Guardando las proporciones, el choque “correísmo/anticorreísmo” es más cultural y poco ideológico.
El “correísmo/anticorreísmo” son narrativas contrapuestas.
El “correísmo” cobija una historia estereotipada negativa.
La política electoral (y la comunicación política) ha construido y representado al “correísmo” como una entelequia primitiva, tribalista, estatista, decadente y nostálgica del pasado.
Pero es un relato. Un relato para justificar el ataque contra los “correístas”.
Ahora, por default, el “correísmo” construyó al “anticorreísmo”.
El “anticorreísmo” aúpa a oponerse al correísmo por definición, sin construir una propuesta positiva (y esa es su debilidad).
La política electoral (y la compol) ha construido y representado al “anticorreísmo” como una entelequia opuesta al correísmo. Simple.
El discurso “anticorreísta” ha sido utilizado por movimientos y políticos para movilizar a las masas contra lo que perciben como la corrupción moral y política de los “correístas” (como si la moral dependiese de una etiqueta).
Pero todo es parte del mismo relato.
Héroes y villanos según la perspectiva que use.
No entienda Usted mal, no defiendo a un individuo o grupo. Seguro en ambas orillas (“correístas” y “anticorreístas”) hay buenas y malas personas.
Finalmente, Usted se sitúa en este marco binario que impide un verdadero cambio sistémico de los problemas societales.
La política, bajo la visión antagonista “correísmo/anticorreísmo”, es más espectáculo y menos racionalidad.
Esta dicotomía no refleja la complejidad del Ecuador.
Este loop de construcción y deconstrucción mutua configura la historia democrática del país. Pero también influye en sus relaciones personales.
Parece que el enfrentamiento le gana la batalla al entendimiento; y la confrontación impide el diálogo.
Porque el debate bajo el paraguas de la identidad es connaturalmente ad hominem: Si Rafael Correa postea equis y Usted cuestiona a Correa, entonces equis es cuestionable.
Y para otros: si Rafael Correa postea equis y Usted no cuestiona a Correa, entonces equis no es cuestionable.
Pero Usted no se detiene a pensar en el contenido de equis.
Equis es como la cuerda floja. Sujeta por los dos extremos, despegada del suelo y con una ligera curvatura por la falta de tensión… hasta que llega a las plataformas sociales.
Entonces se tensa y Usted se enfoca en el funambulista.
¿Por que alguien quisiera caminar por la cuerda floja?
En la peli “En la cuerda floja” (2015), sobre el equilibrista francés que cruzó las Torres Gemelas en 1974, él dice: “…para mí, caminar en la cuerda floja, eso es vida. C´est la vie.”