El problema de dividir entre dos cuando debe decidir por alguien.
Ecuador parece la clase de primaria de Jane Elliot en 1968.
Una clase dividida entre dos bandos.
En Ecuador, dos candidatos acaparan más del 85% de los votos válidos en las elecciones de febrero 9: Luisa González y Daniel Noboa.
Hay también dos grupos claros: el primero con cuatro candidatos que obtienen más de 2% de la votación cada uno de ellos y otros doce candidatos que obtienen menos del 1% cada uno.
Dos narrativas en juego: “correísmo versus anticorreísmo” representado en la primera dualidad; y “lo nuevo versus lo viejo” representado en la segunda.
Y en esos contextos, discriminación.
Un comunicador -y su coro- insinuando que las provincias que votaron por una candidatura son delincuentes.
¡Categorización perversa y generalización absurda!
Dos bandos.
Dos vueltas.
Dos propuestas.
“Esperanza y vencer el miedo” o “Esperanza y vencer las mafias”.
¿Una país dividido en dos como la clase de Elliot?
Un día, luego de la muerte de Marthin Luther King, la maestra Jane Elliot dividió su clase en dos grupos: por un lado quienes tuvieran ojos color marrón y por otro quienes tuvieran ojos color azul.
El primer día del experimento les dijo a los niños y niñas de ojos azules que eran superiores. Privilegiados. Y les dijo a los niños y niñas de ojos cafés que eran inferiores, menos inteligentes, desafortunados. Incluso les puso un pañuelo para identificarlos como el grupo discriminado.
Ese día, los niños de ojos azules salieron al recreo; pero los niños de ojos cafés, no.
Ese día la clase se calentó con peleas. Los niños con ojos azules eran la clase dominante y actuaron su rol.
Al día siguiente, la profesora invirtió los roles.
Les dijo a los niños y niñas de ojos cafés que eran superiores. Privilegiados. Y les dijo a los niños y niñas de ojos azúl que eran inferiores, menos inteligentes, desafortunados. Y les puso un pañuelo para identificarlos como el grupo discriminado.
El segundo día los niños con ojos cafés eran la clase dominante y actuaron de acuerdo a su rol.
El “experimento de los ojos azules” demostró cómo la discriminación moldea las actitudes y los comportamientos.
Tanto el “experimento de los ojos azules” (1968) como el “experimento de la cárcel de Stanford” (Zimbardo, 1971) revelan cómo el contexto social puede influir en el comportamiento humano y en la percepción del ethos de una persona -o un grupo de personas-.
La campaña electoral dividió al país en dos: correísmo versus anticorreísmo. Ahora lo vemos en los resultados electorales.
Dividir en dos plantea un problema lógico: ¿cómo reconciliar las partes?
El nuevo Ecuador aun tiene problemas viejos. Luego ambos candidatos deben pensar en soluciones novedosas porque los remedios usados no han funcionado.
Pero para ganar la elección, cada candidatura deberá sacrificar parte de su postura. Si bien no es una elección ideológica sino identitaria, Luisa González y Daniel Noboa deberán trabajar en sus respectivos personae para captar votos más lejanos a su feligresía.
Dividir el país en dos es profundizar la irracionalidad política.
Luego implica entrar al balotaje con argumentos que promuevan el miedo, el deseo o la compasión. Donde “el miedo puede ser el más eficaz de todos; por eso los anuncios de ataque, la publicidad que retrata al candidato de la oposición como peligroso”, como proponen Lieberman y Long en “Dopamina” (2021).
Y si entendemos la política como un juego de confrontación, entonces ambas partes van a demonizar al contrario.
Dividir el país en dos es acentuar la memecracia.
Un meme atrae su atención. Es divertido. Por eso Usted hace clic en titulares sugestivos e imágenes artificialmente construidas y se salta discusiones sobre seguridad, salud o democracia.
Un meme es información de manera corta y superficial. Luego veremos a ambas candidaturas difundiendo ideas y propuestas y descalificaciones como si jugaran el juego del ultimátum.
Pero dividir el país en dos también es reconocer que esa fue la voluntad de la gente expresada en las urnas.
Luisa González y Daniel Noboa van al balotaje.
Luego la pregunta es: ¿cómo cada candidatura va a convencer a los pocos electores que quedan?
O, mejor aun, planteo una nueva dualidad: ¿cómo ganar una segunda vuelta cuando la gente quiere soluciones pero los políticos quieren el poder?