POLÍTICA · COMUNICACIÓN · SOCIEDAD
El 27 de octubre de 2004 los Medias Rojas de Boston ganaron la Serie Mundial, después de 85 años, gracias a un out del primera base Doug Mientkiewicz. Mientkiewicz se quedó con la bola (hay algunas versiones sobre ésto) y dos meses después, en una entrevista al diario Boston Globe, dijo que “(la bola) eran sus fondos de retiro”.
¿Quién o qué creó un alto valor monetario para esa bola? Y, ¿por qué sólo Mientkiewicz -y no el equipo o sus compañeros- es dueño de todo ese valor?
Está claro que el valor de productos, recursos, marcas, innovaciones, o de la pelota de beisbol del campeonato de los Red Sox no reside exclusivamente en las cosas. El valor está en el significado.
Hablé sobre esto y sobre el rey prusiano Federico Guillermo III y Marianne en “¿Somos alquimistas?”
Cuando Doug Mientkiewicz se quedó con la pelota, ¿habrá pensado en Adam Smith y The Wealth of Nations?
Adam Smith postuló, en 1776, que un panadero horneaba el pan no por generosidad sino por interés personal.
Y el mundo parecía funcionar -mayoritariamente- bajo esa misma dinámica. Recompensar la competencia, los codazos corporativos y el crecimiento. El crecimiento sin distensión. Castigar la empatía, la solidaridad, el bien común. O dejarlos relegados a la familia, las iglesias o los activistas. Y desbaratar la educación pública, la salud pública y el planeta.
Pero luego llegó el COVID-19 y evidenció las asimetrías del modelo.
La pandemia reveló que quienes cuidan a los enfermos, recogen la basura, hacen el delivery de víveres y alimentos, cuidan la seguridad en las calles, vigilan el tráfico, se aseguran que tengamos energía, agua o wifi, son las personas con menores beneficios (menores sueldos, peores prestaciones de seguridad social, baja capacidad de negociación). Y quienes postulan políticas gubernamentales, corporativas o institucionales son quienes obtienen los mayores beneficios (mejores sueldos y demás).
¿Podemos vivir esta pandemia sin médicos o enfermeras? ¿Podemos vivir la cuarentena y el #QuédateEnCasa sin los motorizados que hacen entregas a domicilio? ¿Podemos sobrevivir el Covid-19 sin influencers o políticos o gerentes generales?
La pandemia reveló que mientras hay parrilladas que venden insumos médicos; técnicos en telefonía que venden salvoconductos para rodar en el toque de queda; o gente que compra (o revende) a tres o cuatro veces el valor comercial de una mascarilla (de protección)… también hay gente solidaria. Individuos y empresas.
Ergo, ¿no debemos cambiar la lógica excesivamente consumista por una tercera vía?
Por más de 200 años hemos considerado el mercado como fuente primaria de progreso. Y funcionó, con imperfecciones.
Pero llegó el coronavirus y puso en jaque ese mercado; porque -ahora- sólo compramos lo indispensable.
Ergo, ¿luego de un vistazo en retrospectiva a lo que teníamos no es momento de construir un nuevo “normal”?
Si la economía se preocupa por la escasez; los políticos, por los votos; los influencers, por los auspicios; muchas marcas, por las ventas; ¿quién se preocupa por Usted o su vecino?
Einstein decía que es una locura “hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”.
¿No creen que es hora de menos de lo mismo?