Pongámoslo en Papel

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2 min readFeb 27, 2018
Photo by Peter Lewicki on Unsplash

Empezaba el verano del 86 y acababa de perder el empleo. Sentado en una mecedora con mi hija de meses y un resaltador amarillo en la mano derecha, dedicaba las mañana a leer los clasificados que publicaba diario El Universo. Buscaba, con la certeza de encontrar, una solución.

Pero la certidumbre de lo impreso empezaría en mi infancia. Cuando el gobierno de turno anunciaba la suspensión de clases por la tele y mis padres debían leerlo como titular de primera página al día siguiente.

Cayo Tito alguna vez dijo al Senado romano verba volant scripta manent (las palabras vuelan, lo escrito queda). Y aunque Pitágoras, Platón o Borges criticaran lo inerte de la palabra escrita, a pesar que los millenials y centennials leyeran contextos y no textos, el Content Marketing Institute ya pronosticó un renacimiento de los impresos a partir del 2018.

En una época dónde muy poca gente lee, coger un diario es un acto revolucionario. En una época dónde mucha gente repostea, retuitea o reenvía un wassap sin más fuente que el medio de dónde lo replica, leer una opinión A y también leer su antípoda Z es un acto subversivo. Y pensar por por sí mismo es intelectualmente agotador.

Aquí radica el punto de inflexión. Czesław Miłosz, poeta polaco y premio Nóbel de Literatura 1980 dijo que “una palabra verdadera suena como un disparo”.

La verosimilitud de la palabra impresa -la responsabilidad de la fuente, la coherencia del contenido, y la certeza de una versión de un hecho- es irremplazable. Por ello el renacimiento de los impresos. Por ejemplo Airbnb está por lanzar su Airbnb Mag con contenido creado por usuarios pero curado por los guardianes de la marca.

El contenido semántico de la palabra impresa es relativamente constante frente al contenido semántico del vídeo de 30 segundos en FaceBook. Por ello el renacimiento de los impresos. Por ejemplo cuando una marca publica un aviso anunciando un nuevo producto, el producto es nuevo… no era el refrito que descansaba en algún timeline listo para ser replicado como novedad.

Es como si la prensa escrita fuese parte de la versión somática del hecho. Y las redes, fenómenos psíquicos llenos de contenido simbólico.

En 1986 no encontré el empleo que buscaba en los clasificados de El Universo. Pero encontré un empleo en relaciones públicas que me pondría cerca a periodistas y contenidos (creándolos, cabildeándolos o analizándolos).

37 años después, este 2018, me encontraré de vuelta en ese punto dónde tendré un bebe en brazos y seguiré creyendo en los contenidos impresos.

Y me sentiré iconoclasta -como cuando aulas universitarias-, así que a mi nieto le leeré el diario, no lo buscaré de amigo en Facebook y si pregunta ¿por qué? Le diré “pongámoslo en papel”.

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Communications consultant, strategist & creator with a twist of behavioral science. En español!